...Leí Tus Versos...

          LEI TUS VERSOS

El otro día

leí tus versos

azules,

embravecidos

inquietos;

versos salinos,

versos de 2 hidrógenos

y oxígeno.

Tus versos

blancos

de espuma,

y de bruma blanca:

“Los aposentos del sol”

Incesante constancia

que vuelca y vuelca

su ira

y su calma,

sus caricias

sus besos.

Incesante constancia

que engulle

las pisadas

del indigente,

del valiente,

del niño

y del anciano,

del juez

y del perro viejo

que ya no mueve el rabo.


Musa

del poeta loco

y angustiado

que amontona

adverbios

y verbos

y nombres

y busca

en la eternidad

de tu misterio

para dignificar

su palabra.

Musa

del acorde

cristalino

del músico,

del arpegio

y la nota

en anacrusa

de arrebato

incontenible.

Sueño

de libertad

para el viajero intrépido,

hipódromo

de jinetes valientes

que cabalgan

tus lomos ondulantes

y peinan

tus cabellos rizados,

plúmbicos

y verdes

y plateados.

El otro día

leí tus versos,

de algas enmarañadas,

tus versos de coral

que se extingue,

tus versos

de salitre,

de amores salitrados:


“Mis versos blancos”


Dunas inmóviles

tortuga mora

hierbas pacientes

de las tierras

inmaculadas

de los desiertos

frente a los mares.

Días de gloria

días pasados

que desecaban

mis tersas fuentes

que ya no emanan.


Dunas andrógenas

sueños ocultos

entre las olas,

sueños que mueren


entre las manos

de un ladrón

de tiempo y sangre.

Despertaré a

mi amanecer

de rosas negras.

Me imprimiré

de dunas móviles,

de alas y viento

que me susurren

más horizontes.


El otro día

leí tus  versos

para soñar,

tus versos

para volar,

tus versos

de millones

de lágrimas

que juegan

a ser océanos:


“Bodegón  medit-cuático”


El horizonte

se despide

del mundo

y el tiempo

altera sus ritmos.

Nuestra estrella solar

bebe de los mares

manchando de cálidos

el ultra azul.

Miles de naranjas

se exprimen

y bailan

inquietas.

Un velero

rompe la quietud

del instante;

sólo un momento

y se evapora.


El aire espeso

comenzó a besar

nuestros cuerpos, agitados

como las hojas

de un libro herrumbroso

ante la ojeada

del erudito.

El lucero del alba

nos vigiló

desde su balcón,

corroborando

la inminente oscuridad

y su reclamo.


El otro día


leí tus versos


de olas blancas


y de ocasos,


de arena blanca


y de sal,


de sol,


de horizontes


y  de MAR...

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